martes, 6 de enero de 2015

Cuentas por saldar


Me atrincheré en la sala, la escopeta del abuelo entre las manos y la mirada yendo de la puerta de la calle al árbol de Navidad. Era tanta la adrenalina que corría por mis venas que ni bostezaba. A eso de las tres y cuarto de la mañana me pareció oír voces en la calle, pero nada ocurrió. En qué momento los Reyes Magos entraron y dejaron los juguetes frente a mi cara, no lo sé. Esta vez, tampoco me trajeron lo que les pedí, pero el próximo año lo pensaré mejor antes de desafiarlos.

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