jueves, 7 de septiembre de 2017

Café pendiente


Afuera la ciudad se inundaba. Tras titubear un poco, entró al café y enfiló en dirección a mi mesa. Parecía enfermo, pero una inspección a “vuelo de pájaro” quitó de mí esa idea. Dejé lo que estaba haciendo —mirar alrededor, sorber mi capuchino, echar un ojo al teléfono y responder algún mensaje— para detener al mesero que venía con una escoba en la mano. Yo me hago cargo, le dije. ¿Seguro?, insistió. Sí, respondí. Joven... ¿No sería mejor que tomara mi orden?, se envalentonó el pajarito, sacudiendo sus alas empapadas con pequeños vuelos del respaldo de la silla al centro de la mesa.

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